Editorial

SE VA EL TITERE DEL IMPERIO
Correctamente han sido señalados como apátridas, por cuanto su accionar público y privado está contra los intereses nacionales, contra la defensa irrestricta de la soberanía, contra la necesaria firmeza ante cualquier grupo o gobierno que atente hacia nuestro país.


Su demencial obsesión para “salir de Chávez” los lleva a servir dentro de nuestra patria como agentes proselitistas incluso de posibles (y reales) acciones de provocación política e irrupción de la soberanía de Venezuela.

Por eso, el llamado que ha emanado del gobierno nacional y diversas fuerzas políticas y sociales ha sido el de unidad nacional, sin distingo del color de la camisa o las posiciones frente a la revolución bolivariana.

Es absurdo pretender darle algún grado de credibilidad o sustento al balbuceo en la OEA del señor Hoyos, desprestigiado embajador del triste, antipopular y agonizante gobierno de Uribe.

Atreverse descaradamente a hacer señalamientos contra el gobierno de Venezuela, inventando que tienen perfectamente ubicados en nuestro territorio a cerca de dos mil guerrilleros colombianos en distintos campamentos, cuando ellos no han logrado durante sesenta años (incluyendo los ocho de Uribe) ni ubicar ni mucho menos destruir las decenas y decenas de campamentos y a los varios y varios miles de guerrilleros que están en las montañas y ciudades de Colombia.

Manuel Marulanda, quien integró las guerrillas desde sus inicios liberales a finales de los años 40 y encabezó las FARC desde los 60, murió de muerte natural, en un campamento guerrillero, entre sus camaradas, en pleno territorio colombiano. No lo ubicó ni mató el gobierno de Uribe.

El Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC, organismo colectivo de dirección de la organización insurgente, mantiene su funcionamiento y operatividad; demostrado con la reciente publicación de un comunicado de Alfonso Cano, Comandante en Jefe de esta guerrilla, en Colombia, con planteamientos firmes, coherentes y propositivos para el país.

El presidente Chávez ha sido históricamente consecuente con lo que ha venido planteando desde la campaña electoral de 1998. La guerra en Colombia, y la posibilidad de su solución, pasa por el propio pueblo colombiano.

El gobierno venezolano, con su sentido y razón de Estado, lo que debe hacer es lo que procura hacer: preservar las fronteras y el territorio para que no sean empleados por ninguna de las fuerzas beligerantes para prolongar la guerra.

Sin embargo, estamos obligados a ser más claros todavía. Las organizaciones revolucionarias, que históricamente combatimos en Venezuela a la misma oligarquía que oprime a Colombia, somos solidarios y respetuosos con las organizaciones revolucionarias colombianas y con las formas de lucha que tengan que asumir.

La preocupación que debemos tener las y los venezolanos no es con la guerrilla colombiana, porque no es nuestra enemiga. Nuestro enemigo a muerte es el imperialismo y la gran burguesía subordinada a él. Ese es el enemigo que durante más de cien años ha mantenido dominado a nuestro pueblo.

El peligro real son los más de nueve mil paramilitares que el Estado colombiano mantiene activos en más de 200 municipios del hermano país, y los otros tantos que han “desmovilizado”, pasando a legalizar su situación, financiándolos sin intermediarios.

Ese es un potencial que está al servicio de los enemigos de la patria venezolana, que han incrementado su presencia en nuestro país, no sólo en la frontera, sino en nuestras ciudades, creando base social, política y económica, inyectando en veneno de la violencia y el narcotráfico.

Aquí está compromiso de las consecuentes fuerzas revolucionarias, para verdaderamente profundizar este proceso, frente a los enemigos de la patria y su definitiva liberación.

                                                                Última actualización el Jueves, 05 de Agosto de 2010 11:35