Opinión

El Estado y el sector privado en Venezuela


Escrito por Fernando Arribas García para Tribuna Popular
Martes, 03 de Agosto de 2010 16:43
Caracas, 03 ago. 2010, Tribuna Popular 179/Fernando Arribas García*.- Dijimos en el artículo anterior que la estructura económica de nuestro país continúa siendo controlada por el sector privado.
Pese a fluctuaciones determinadas por los ciclos económicos y por algunos eventos de la vida política, sigue en desarrollo una tendencia hacia la consolidación del dominio de la mayor parte de la economía venezolana por intereses privados.
Una proyección matemática basada en los datos de los últimos 16 años, sugiere que esa tendencia apunta a estabilizarse en alrededor de un 66%: dos tercios del total de la economía formal del país en manos de empresas privadas.
Esta cifra no parece excesiva en vista del fuerte carácter capitalista que ha tenido y sigue teniendo la economía venezolana; en el mundo hay otros países capitalistas con un nivel de desarrollo similar al venezolano en los que el sector privado controla porciones todavía mayores de la economía.
Pero aún nos sorprende que esa cifra sea tan alta en un país en que el Estado, por mandato constitucional, tiene reservado el monopolio de la principal industria y casi única fuente de divisas: la extracción y exportación de hidrocarburos. Al fin y al cabo PDVSA, cuyo propietario exclusivo es la República, es la más grande corporación del país, ante la que todas las demás, públicas o privadas, parecen enanas (las ventas de la estatal petrolera en 2008 fueron unas 30 veces mayores que las de CANTV o las de POLAR, sus más cercanas seguidoras), y la única empresa venezolana con capacidad significativa de exportación y generación de divisas.
La pregunta es inevitable: en un país signado por la petroeconomía, cuyo centro es la gigantesca estatal PDVSA, y marcado por el ir y venir de la marea de petrodólares, cuyo receptor y administrador fundamental es el propio Estado, ¿cómo se explica que el sector privado controle dos tercios del pastel económico? Si la principal industria, fuente de divisas y factor determinante de la economía del país está firmemente en manos estatales, ¿por qué vía han alcanzado los intereses privados un grado tan alto de participación y dominio?
El Estado venezolano a lo largo de la historia ha buscado favorecer y fomentar precisamente esos intereses privados. La función primaria de las empresas estatales no siempre ha sido satisfacer las necesidades de la República o de la población, sino crear condiciones propicias para que las empresas privadas obtengan la mayor ganancia posible. Ese fue el caso de los grandes complejos metalúrgicos y petroquímicos instalados por el Estado en los años 60 y 70, no necesariamente con el propósito de impulsar el desarrollo y el bienestar nacionales, sino para ofrecer a las empresas privadas materia prima y semi-elaborada en condiciones ventajosas, con generosos subsidios a expensas de la República.
El aparato estatal se convirtió en una gigantesca maquinaria que recibía petrodólares y, tarde o temprano, los transfería a la empresa privada por uno u otro procedimiento. Se desarrolló así la llamada «burguesía parasitaria», improductiva e incapaz de competir en los mercados internacionales o incluso de satisfacer las necesidades del mercado nacional, pero protegida por los dólares de la renta petrolera con que el Estado la beneficiaba. Esta dinámica caracterizó la vida económica nacional por buena parte del siglo XX, y condenó a nuestro país a gravísimos niveles de atraso y subdesarrollo.

El sector privado en la actualidad

Ahora bien, algunos indicadores sugieren que la dinámica de esa gigantesca maquinaria ha continuado en lo que llevamos de siglo XXI, y hasta podría haberse acentuado por momentos. El Gráfico 1 muestra el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de los sectores privado y público desde 1999 hasta 2009, calculado a precios corrientes y expresado como índice de base 1997=100.

El valor nominal del PIB del sector privado en 2008 llegó a ser unas 17 veces mayor que en 1997, mientras que el valor nominal del PIB del sector público sólo se multiplicó en el mismo período por menos de 15. Traducción: el sector privado creció más y más rápidamente que el público, pero eso ya lo sabíamos.
Lo llamativo es que la brecha entre ambas curvas se abre a partir de 2004, alcanza su ancho máximo en 2007, y comienza a estrecharse en 2009. Esto es, los años de mayor éxito y más rápido crecimiento del sector privado fueron precisamente los años de bonanza petrolera, cuando el precio promedio anual de la OPEP pasó de menos de 30 a cerca de 100 dólares por barril de crudo. Y a la inversa, cuando el precio del petróleo cayó en 2009, se redujo también la tasa de crecimiento de la empresa privada.
O sea que cuando el Estado recibió sus mayores ingresos y debería por lo tanto haber cerrado un poco la brecha que lo separaba del sector privado, es precisamente cuando este último creció con mayor rapidez y ensanchó aún más esa brecha.
Esta paradoja sugiere que, a pesar de todo, en el siglo XXI los empresarios privados siguen siendo los mayores beneficiarios de la riqueza petrolera.
Es cierto que el gobierno bolivariano utilizó buena parte de la bonanza del cuatrienio 2004-2008 en inversión social, y que ello trajo innegables avances y mejoras a nuestro pueblo en salud, educación y otros. Pero una buena parte de esa inversión se hizo a través de empresarios privados, ya establecidos o que se establecieron en esos años, quienes aprovecharon las oportunidades que les abrían las políticas sociales del gobierno para hacer pingües negocios.
Así, debido a las fallas estructurales heredadas por el gobierno bolivariano y a la falta de una planificación coherente orientada al estímulo del surgimiento de un poderoso sector económico no capitalista, no sólo perdimos una excelente oportunidad para reducir el peso de la empresa privada, sino que terminamos fortaleciéndola.
¿Y qué sabemos del carácter y perspectivas de esa «nueva burguesía» surgida bajo el ala del gobierno bolivariano y con el aliento de los petrodólares? ¿se trata al menos de una burguesía productiva, con vocación y capacidad para impulsar el desarrollo sostenido e independiente de la República? Veamos. El Gráfico 2 nos muestra el promedio anual del índice de valor de la producción manufacturera privada desde 1999 a 2009, calculado a precios corrientes y en referencia al año base 1997.
Al final del período, el valor nominal de la producción privada de bienes apenas alcanzó a ser unas nueve veces mayor que en 1997; o sea, un crecimiento menor que los que ya comentamos, y menor que el del índice inflacionario a todo lo largo del período.
Así que seguimos teniendo una economía dominada por empresarios privados beneficiarios directos o indirectos de la inversión del Estado, y unos empresarios privados (tanto los de viejo cuño como los emergentes) poco interesados o poco exitosos en la producción de bienes. Y ya que la industria manufacturera no parece ser el principal terreno de expansión de los «nuevos burgueses», corresponde preguntar: ¿dónde actúan entonces?
Dedicaremos un próximo artículo a esto. Por ahora, nombremos algunas áreas económicas en las que sí ha habido crecimiento notable en años recientes, y en las que podría estar actuando con éxito la actual burguesía venezolana: seguros, servicios médicos privados, servicios bancarios y financieros, comercio e importación.

                                             *Director del Instituto de Estudios Políticos y Sociales «Bolívar-Marx»

                                                    Última actualización el Martes, 03 de Agosto de 2010 18:41